EL BAOBAD DE MADAGASCAR (LEYENDA)

En el año 2007 asistí al lanzamiento de un nuevo servicio educativo de una editorial muy reconocida. A modo de inicio del programa se realizó la presentación de Francois Vallaeys (personaje a quien desconocía por completo), sin embargo quedé enamorada de la historia que nos contó y que se ha convertido de lejos en mi leyenda favorita. Aquí la comparto con ustedes.


Cierto día un conejo se fue de paseo por la gran sabana africana, saltando entre los campos, disfrutando del aire de la mañana, de la frescura de la madrugada, pero de pronto se levantó el sol, el padre sol, y llegó el calor. Entonces el conejo buscó como un loco la sombra de un árbol para poder descansar y delante de él vio un baobab.
El conejo se acercó ante el gran baobab y le dijo:
- Baobab, por favor, préstame tu sombra.

Y el baobab, con mucho gusto, le prestó su sombra.
- Gracias baobab –le dijo el conejo- tu sombra es muy refrescante.

Pero el conejo, que era muy travieso, se rió y se volvió para decirle:
- Si, tu sombra está muy bien pero... ¿y la música de tu follaje? La música de tu follaje estoy seguro de que debe ser una cacofonía horrible.
- Como se puede atrever –dijo el baobab- este pequeño ser a dudar de lo linda que es la música de mi follaje. ¡Yo le demostraré lo contrario!.

Así que el baobab empezó a hacer temblar sus hojas y, de pronto, se empezó a escuchar la música más linda del mundo. Y el conejo dijo:
- Gracias baobab, tu música es espectacular. Pero ¿y esa fruta? Estoy seguro de que esa fruta debe ser una bolsa de agua tibia nada más.
- Como se puede atrever –dijo el baobab- este pequeño ser a dudar de lo rica que es mi fruta. ¡Le voy a demostrar lo contrario!.

Entonces el baobab dejó caer su fruta y el conejo empezó a saborearla.
- Tu fruta es deliciosa, baobab, muchísimas gracias. Pero... ¿y tu corazón? Seguro que tu corazón tiene que ser duro como una piedra.

En ese momento el baobab quiso enseñarle su corazón al conejo para demostrarle que no era de piedra, pero... le entró miedo de enseñar su corazón a alguien que no conocía. El baobab no se atrevía, se sentía ridículo, sentía vergüenza pero, de pronto, la curiosidad fue más fuerte y empezó a abrir un poquito su corazón, a abrir su corteza cada vez más y más. Nuevamente, en el corazón del baobab, se descubrieron miles de tesoros: piedras preciosas, oro, joyas, pendientes, plata, telas finas.

- ¡Oh! ¡gracias baobab! –dijo el conejo- tu eres el ser más generoso que jamás he conocido en mi vida. ¡Muchísimas gracias!

Entonces el conejo entró despacio en el corazón del baobab, cogió todos los tesoros que había allí y regresó a su casa. Cuando llegó a casa le dio todo a su mujer que, ni corta ni perezosa, se empezó a colocar todas las telas finas, los pendientes y salió a presumir de todo lo que le había regalado su marido con sus amigas. Pero había una amiga que no se alegró de ver a la coneja con todas esas joyas: era la hiena, al hiena envidiosa. Ésta se fue a ver a su marido y le contó todo lo que tenía la coneja.

El marido hiena, viendo que su mujer estaba muerta de envidia, se fue a ver al conejo para preguntarle dónde había conseguido todo lo que tenía su mujer, para poder dárselo a la suya. El conejo, inocentemente, le contó todo al marido hiena: lo de la sombra, lo del follaje, lo de la fruta y el corazón.

Y así fue como el marido hiena se fue a ver al baobab. El enorme árbol, acordándose de lo bien que se había sentido con el conejo, volvió a hacer lo mismo: prestó su sombra, hizo mover sus hojas, entregó su fruta y abrió su corazón. Y, de nuevo, dentro de su corazón había miles y miles de tesoros.

La hiena, viendo tanta riqueza, quiso llevárselo absolutamente todo y empezó a arañar y arañar el corazón del baobab. Éste no entendía nada, le dolía, estaba herido y no le quedó más remedio que cerrar su corazón y su corteza. Como consecuencia la hiena se quedó fuera sin poder coger nada de su interior.

Y dicen que, desde esa época, la hiena busca en las entrañas de los animales muertos aquello que no pudo conseguir en el corazón del baobab.

También dicen que, desde esa época, el baobab ya nunca volvió a abrir su corazón a nadie porque tiene una gran herida y teme que le vuelvan a hacer daño.

Y finalmente dicen que el corazón del ser humano es muy parecido al corazón del baobab, encierra miles y miles de tesoros pero... ¿por qué se abre tan poco cuando se abre? ¿de qué hiena se acuerda?
Imagen del Baobad tomada de wikimedia

 

Aquí tienes esta misma leyenda narrada por Francois Vallaeys.



Espero que esta leyenda les guste tanto como a mí.

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